Información obtenida en http://jugandoenfamilia.blogspot.com.es/
En condiciones normales el bebé aprende a sentarse por sí solo y a gatear casi al mismo tiempo (entre los 8-10 meses). Que uno sea antes o después que el otro no es importante, aunque ambas ocurren después de que éste sepa girarse de boca arriba a boca abajo (y viceversa); algunos también se arrastran o al menos giran sobre su ombligo (como si describiesen un círculo en el suelo).
¿Y cuáles son esas “condiciones normales” que hacen que nuestro bebé desarrolle su motricidad de forma fisiológica y armónica? Según la pediatra húngara Emmi Pikler: dejarles una completa libertad de movimiento, la cual queda asegurada por: ropa adecuada, espacio suficiente, ausencia de adiestramiento por parte del adulto y de prohibiciones y/o limitaciones(siempre que no supongan un peligro real para su integridad física).
No es lo mismo sentar al bebé a que éste se siente por sí solo. La práctica común entre los padres es sentarlo (cuando aún no lo hace por sí solo) apoyado en el sofá o rodeado de cojines para que no se vuelque. Su espalda sufre al estar colocado en una posición que su musculatura dorsal no puede soportar; es obligado a estar en una postura que no ha alcanzado por su propia voluntad y evolución por lo que su movilidad se encuentra reducida; necesita de la intervención de un adulto ya que se encuentra "clavado en un sitio", inmovilizado, reducido a una misma postura.
Erróneamente podemos pensar que para que un bebé aprenda a sentarse es necesario que lo sentemos. Nada más lejos de la realidad. Éste aprende a hacerlo por sí mismo si le dejamos la mayor parte de su tiempo sobre una superficie amplia (un suelo acolchado, por ejemplo), tendido boca arriba, con algunos juguetes interesantes a su alrededor: practicará infinidad de movimientos hasta ser capaz de voltearse, rodar, arrastrarse, sentarse, gatear, ponerse de pie y andar. Y entre cada uno de estos hitos necesitará ejercitar otra infinidad de movimientos que sólo serán posibles si se lo permitimos, si no lo colocamos en posturas inestables, si no limitamos su movilidad a espacios reducidos como hamaquitas, carritos de paseo, parquecitos, taca-tacas.
Cómo aprende un bebé a sentarse...por sí mismo
El gateo: las prácticas que dificultan que tu hijo gatee
La importancia del suelo en el desarrollo global del bebé
Tolerancia frente a las frustraciones
A las madres nos gusta contarnos los logros de nuestros hijos. Es algo que no podemos evitar, basta con que se junten dos bebés desconocidos en cualquier sitio, por ejemplo, en la cola del supermercado, para que nos enfrasquemos en una conversación que tiene como origen, generalmente, alguna proeza física que alguno de los bebés está realizando en ese mismo momento. Hay un comentario que escucho muy a menudo y que siempre me sorprende: “Mi hijo nunca gateó, es un poco vago, él sólo quería ponerse de pie y andar”. Y a pesar de que el niño se lleva gratuitamente un juicio nada positivo, se suele decir con orgullo.
Los beneficios físicos, auditivos, visuales y cognitivos del gateo están ampliamente demostrados. Y para que un niño gatee es necesario que esté el mayor tiempo posible en el suelo. Si le damos esta oportunidad, debido a su instinto natural por moverse y alcanzar lo que le interesa, pasará de estar boca arriba, a rodar a boca abajo, a colocarse en cuatro patas para balancearse y finalmente gatear. Y la afirmación de esa madre que justifica que su hijo nunca quiso gatear, continúa con “es que cuando lo ponía boca abajo se enfadaba y lloraba”. Es interesante el hecho de que la mayoría de los padres lo suelen justificar de esta misma manera. Su hijo no tolera la frustración.
Sin embargo, los adultos sabemos que es eso precisamente lo que hace que avancemos. La frustración que nos provoca no tener lo que ansiamos hace que desarrollemos estrategias para conseguirlo. Somos conscientes de que si nos venimos abajo ante el sólo pensamiento de no haber alcanzado lo que deseamos, difícilmente buscaremos una solución al problema. Un bebé consigue girar de boca arriba a boca abajo porque el estar tendido todo el tiempo mirando el techo (o algún juguete colgante) ya es poco para él, quiere más, quiere explorar su entorno desde otra perspectiva. Y si cuando está boca abajo no puede sostenerse sobre los brazos o no consigue sostener erguida su cabeza, se enfada y protesta. Entonces, a nosotros nos toca apoyarlo, estar a su lado, ofrecerle estímulos adecuados para que vaya superando esa frustración y vaya entrenando esa cadena muscular que le permitirá por fin mirar de un lado al otro cuando está tendido sobre su barriga. Si ante su protesta optamos por ahorrarle el "disgusto", estamos suprimiendo el estímulo que lo haría avanzar.
Pensemos quizás qué sentimos nosotros cuando vemos a nuestro hijo “sufrir”. ¿Quizás pensamos que el sufrimiento es inútil? ¿Queremos que su infancia sea más fácil que la nuestra? Y qué sentimos ante nuestras propias frustraciones, ¿solemos vivirlas como una oportunidad para crecer o quizás nos damos la vuelta y no miramos más en esa dirección? Somos sus padres los que le enseñamos cómo afrontar las dificultades de la vida.
En los Grupos de Juegos con padres y bebés jugamos en el suelo (en realidad sobre colchonetas finas). Todos con ropa cómoda y los bebés sin zapatos ni calcetines (éstos suelen resbalar sobre el parquet, también sobre mantas o alfombras). Sentar a nuestro hijo en la hamaquita, el carrito de paseo o en el sofá rodeado de cojines debería estar restringido a mínimos momentos durante el día más que como costumbre habitual. Alrededor de los 4 meses el suelo será su mejor aliado para escalar en su desarrollo global (no sólo físico).